jueves, 27 de marzo de 2008
4.3.1. Actividades dialógicas
Ha estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos, me ha acariciado con mucha ternura. Me ha mencionado:
-No volveré a atormentarte con lo de tus ronquidos.
Y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea.
Desde que nos casamos -será más exacto decir desde un par de años después de habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche:
- Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia, qué pena que no puedas oírte.
Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces me echaba a llorar, lo que servía para irritarle más aún:
-Cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros.¿Es que no voy a poder dormir tranquilo?
Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me quejaba, sólo le pedía perdón. Hasta fui al médico, a ver si eso de los ronquidos tenía algún remedio, y me dijo que no.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)